Los grandes partidos políticos de nuestro país se podrían asemejar a la
metáfora: “gigantes con pies de barro”.
Gigantes, porque son grandes organizaciones sociales, complejas, con
macroestructuras y redes de intereses
muy extendidas, en las que se aporta la apariencia de estabilidad y confianza.
Por otro lado, sus pies, sus bases, o lo que es lo mismo, su base
social militante que es muy amplia, en el PP son muchos cientos de miles las
personas afiliadas, se muestra poco sólida y desencantada. Pies de barro.
He oído decir en muchas ocasiones que la militancia no es importante,
puesto que el marketing político de hoy en día se basa en los mass media.
Por esta razón, el objetivo último, que es ganar las elecciones, se
puede lograr sin contar o sin realizar un esfuerzo superlativo entre las
personas que se han significado con las siglas de cualquier partido. Las bases,
por tanto, no “cuentan” en la cadena de toma decisiones, y ni siquiera en la
fase conformadora de un proyecto político.
Muchas de las personas que actualmente desempeñan una labor relacionada
con una organización política podrán contraponer a este argumento la vehemencia
de la defensa de la democracia interna y el fervor militante.
Este último aspecto es curioso, puesto que los que más hunden la posibilidad de motivación y participación de la militancia son los que a su vez se convierten en adalides de su importancia.. como diría cualquier periodista; sin comentarios.
Ante esta esquizofrenia interna de los partidos políticos mayoritarios
las bases militantes frustran sus deseos de participación y compromiso con la
realidad que les brindan sus organizaciones.
Una realidad inflexible, cerrada, opaca, oscura, poco innovadora y
crecientemente “casposa”.
El sistema de partidos políticos que tenemos en la actualidad, sirvió,
en su momento, para los fines para los que fue construido. Se necesitaban
organizaciones estables y con vocación de gobierno.
Pero la sociedad ha cambiado, y las necesidades de nuestro sistema,
también. El valor de la democracia ya no es un fin en sí mismo, y ahora, los
ciudadanos se muestran necesariamente motivados en la búsqueda del bienestar
(da por supuesta la democracia y la libertad).
Esta situación, a mi modo de ver, reclama organizaciones sociales
flexibles, innovadoras, transparentes y rápidas. Todo lo contrario de lo que se
entiende hoy por partido político.
Esto tiene unas consecuencias, y en mi opinión se puede traducir en que
el ferviente militante que antaño participaba y aportaba, que se sentía
conforme consigo mismo por hacer algo en la configuración de la sociedad a
través de su partido político, hoy se ha visto convertido en un, a lo sumo,
hincha de su equipo, en el cual no se le permite disentir, participar, opinar,
puesto que puede resquebrajar el frágil equilibrio interno. De todos es
conocida la censura de los miembros de dichas organizaciones hacia la opinión
contraria o el desencanto expresado. De hecho se sanciona.
En la Constitución, con buen acierto por parte del legislador,
encontramos una clara referencia a la necesidad “de que los partidos políticos
establezcan los medios necesarios para ejercitar la democracia interna”, en
donde se reflejen los valores constitucionales, “de igualdad del ciudadano”,
sin distinción de sexo, posición social, inclinación religiosa, y otros factores
igualmente relevantes.
Con este panorama; ostracismo militante y frustración de la misma por
ausencia de cauces de motivación y participación (ausencia de transparencia,
inmovilismo de los cuadros dirigentes, clasismo, enchufismo, despotismo, …)paralelamente
surgen las redes sociales, los movimientos espontáneos, las distintas crisis, y
el fenómeno social incontrolado (o mejor dicho, que se produce fuera de los
cauces normales de participación política).
Los partidos, ven amenzado su estatuo quo y se consideran abanderados de la defensa de la libertad. Todos ellos, se muestran comprometidos con la democracia, y demuestran como los congresos a la “búlgara” son el mejor exponente del pensamiento colectivo democrático.
Ante este posicionamiento, los ciudadanos y los militantes se muestran cada vez más desencantados. No tienen cauces a través de los cuales aportar algo a la sociedad, los partidos toman decisiones políticas contrarias a sus planteamientos originarios, y la militancia asiste impertérrita a su propio ostracismo dentro de una organización que ellos mismo mantienen.
La solución pasa por aprobar una nueva ley de partidos que potencie los
valores que encarna la constitución. Dejando paso a organizaciones:
transparentes, democráticas y participativas.
El miedo a la discrepancia interna es secular en nuestra organización
social (mala herencia franquista) puesto que se considera la unidad de
pensamiento y discurso como el único valor que aprueba el ciudadano. (como si
uno nunca discutiera en su casa..)
Hay medidas que pueden ayudar a conseguir esos tres grandes objetivos. Medidas tales como;
·
elección directa de los candidatos
(ya sea para presidentes de las distintas demarcaciones territoriales (órganos de gobierno internos de los partidos), ya sea
para encabezar una lista electoral o simplemente para ser Concejal de tu
distrito..),
·
limitación de mandato (ya sea de carácter
interno o en ejercicio de un deber político encomendado por el ciudadano),
· primarias (donde se elija de forma directa
los principales candidatos a presidir el gobierno de la comunidad autónoma, del
estado o del municipio de referencia),
·
reforma de la ley electoral (dotando al
ciudadano de la capacidad de elegir en lista abierta por circunscripciones más
pequeñas en las que los electos tengan que dar cuentas de su gestión a sus
electores)
·
introducción de la tecnología en la
renovación de los proyectos políticos y de personas
y un largo etc de medidas que podrían modificar y arreglar el desaguisado desafecto que tenemos en la actualidad.
Sino se toman medidas, y los partidos siguen en la misma linea, esos Gigantes se tambalearán porque sus pies son de barro.
Gobernar para el militante pero sin el militante es la peor de las enfermedades que puede presentar una organización social, sea del tipo que sea.
No olvidemos que los cimientos de un partido político lo constituyen sus bases militantes, sin ellas, no hay partido, y sin partido no hay juego, y sin juego no hay victoria.
En un entorno social interconectado, donde las nuevas tecnologías facilitan la expresión de un estado de opinión, si tienes en contra a tu propia militancia, un estado de opinión es dificilmente superable (por muchos datos positivos o brotes verdes que se comuniquen).
Si los partidos se tambalean, es porque la sociedad se mueve. Y si los partidos no se mueven y se adaptan, asistiremos al deterioro sin precedentes de la situación política y social en España.
Jesus.
P.D. Hoy se publica un manifiesto, precisamente, hablando de la
necesaria reforma de la Ley de Partidos Políticos, liderado por el Profesor Luis
Garicano (London Business School) y otros personajes y pensadores relevantes
como César Molina.