viernes, 16 de abril de 2021

Juan Carlos González, un amigo inquebrantable

Un muy buen amigo, Jose Manuel Sanchez, reflexionaba el otro día sobre los homenajes póstumos a personas fallecidas. Y su cuestionamiento se centraba en la idea de que éstos deberían producirse antes de la desaparición de la persona en cuestión.

En esta misma línea se expresaba el otro día, Félix Sanz (buen amigo de Juan Carlos). Y la verdad es que, ambos, tienen razón.

Tenemos la costumbre de no reconocer lo que una persona nos aporta o ha aportado en la vida, en vida, y eso es muy triste. ( Por cierto Jose, sino te lo he dicho hasta ahora, Gracias)

Quizás por esa razón no tenga mucho sentido escribir ahora estas líneas, pero también os digo que quizás yo tampoco estaba preparado para hacerlo antes.

Hace poco tiempo nos dejó Juan Carlos González González. Ante todo, una persona enormemente capaz y con una energía inusitada.

Se me hace muy difícil escribir estas letras.

Para mí Juan Carlos, ante todo, era un amigo. Una persona en la que confiar. Nunca me defraudó.

He de reconocer, que cuando le conocí tuve mis dudas. Me pareció arrollador y eso para una persona introvertida, como lo soy yo, intimida. (Quiero dar las gracias a María Jesús Pérez, porque fue gracias a ella como conocí a Juan Carlos)

Al principio no tuve confianza en que nuestra relación profesional fructificara y mucho menos me planteé que tuviese tanta importancia para mí (como a la postre la ha tenido).

Recuerdo aquellos inicios con nostalgia porque consiguió demostrarme que yo no era un “friki” con vocación de servicio, sino que más bien podría llegar a ser protagonista de un cambio transformador. Y la verdad es que echando la vista atrás te das cuenta cómo un liderazgo de esas características, de las de Juan Carlos, era capaz de empoderarte e integrarte en una idea, en un equipo. Para mi la máxima expresión de un líder en toda regla.

Y como todas las personas, tenía sus aristas. Y no precisamente buenas, pero que construían una imagen completa de una persona, a mi modo de ver, excepcional.

Y si mi experiencia inicial fue cautelosa, lo fue aún más cuando empezamos a compartir momentos y preocupaciones personales. Si os soy sincero siempre tuvo una pregunta para mí o un recordatorio o un interés sincero por mi vida y eso, a la postre, ha sido lo que más he valorado.

Hemos recorrido juntos un camino de casi 10 años. 10 años en los que hemos vivido cosas increíbles y compartido reflexiones en todos los sentidos de la vida.

He aprendido mucho de él. Es cierto. Gracias a Juan Carlos, he puesto en marcha mi vocación de servicio desde las organizaciones en las que he trabajado hasta la fecha, poniendo sentido a mi vida, haciendo que la vida de los demás pueda ser un poquito mejor.

Trabajar por y para las administraciones públicas, desde el enfoque de Juan Carlos, es un reto atronador de #emprendizaje e innovación. Creatividad y pragmatismo fueron de la mano con él y para él. Gracias a sus ideas, pude entender cuál era mi valor y qué es lo que podría llegar a aportar a la sociedad.

Como él decía, nadie es perfecto, pero te veía de forma muy distinta a la que tú mismo eres capaz de alcanzar.

Parafraseando a Álex Rovira en el video tan famoso de Youtube (por qué es tan importante cómo miras a tu hijo), “pueden porque creen que pueden” si nosotros miramos a las personas de forma apreciativa, éstas creerán que pueden y podrán, y eso es lo que Juan Carlos hizo conmigo.

El creyó que podía e instaló en mí esa idea. Y desde ahí se ha producido una explosión literal en la que cada día me siento más cerca de lo que puedo llegar a ser. Y eso, ha sido gracias a Juan Carlos.

Desde su mirada apreciativa, con una visión de mí que ni yo mismo conocía, consiguió lo que ni yo mismo sabía que podría llegar a ser.

Para mí es de gran valor.

Sin él, quizás, hoy no estaría aquí y no habría terminado mi grado en Derecho en tan poco tiempo.

Sin él, quizás, no hubiera sido capaz de superarme cada día y escribir un libro (Gestión del Conocimiento e Innovación. Funcionario 3.0. Editorial Netbiblo. Colección Inap Innova).

Sin él, quizás, no habría tenido tantas oportunidades de aprender y contribuir al desarrollo de las personas y las organizaciones.

Sin él, quizás, no habrían pasado tantas cosas....

Y le doy las gracias por ello. Porque Juan Carlos ha sabido, siempre, sacar lo mejor de mí.

Y ahora me pregunto, ¿Qué voy a hacer? ¿Cuál es el camino que debo seguir? ¿En qué consiste esa visión que él tenía sobre mí? ¿Qué pasos he de dar? ¿Quién me pondrá el siguiente reto?

Interrogantes que no sé responder.

Me imagino que la vida es esto. Sentir la pérdida y vislumbrar la incertidumbre del futuro. Es curioso como ha pesado sobre mí la desaparición de Juan Carlos.

El otro día, entre sollozos y pocas palabras, compartí con muchas personas los sentimientos que tengo a flor de piel. Sin él, sin su paso por mi vida, quizás no hubiera sido capaz de mostrarlo.

Hoy me he dado cuenta de lo bueno que has dejado en mí, Juan Carlos. Eres una de las personas más importantes de mi vida, has dejado huella, y te agradezco haberme mostrado la idea de que “puedo” y verme siempre mejorado, otorgándome oportunidades de mostrarme y brindándome retos para aprender.

Echaré de menos de todo eso. Te echaré de menos sin complejos. Porque, aunque te hayas ido de cuerpo presente, siempre estarás en mi corazón.

Espero no defraudarte y encontrar aquello que decías que debía encontrar; mi sitio en el mundo. Casi lo conseguimos juntos en este mundo, pero si no fuese posible, estoy seguro de que desde donde estés marcarás mi camino y me verás como siempre quisiste; como ese proyecto de lo que puedo llegar a ser y que me esforzaré por ser.

Gracias de todo corazón.

lunes, 22 de marzo de 2021

El páramo de las palabras

Llevo una temporada sin verter ni una sola palabra.

En mi caso no sé si por saturación, tiempo, o falta de creatividad me he visto abocado a un largo periodo de silencio.

Hoy me he decidido a escribir para contaros precisamente esto: la insuficiencia de palabras, frases y oraciones que me llevan a un letargo pocas veces experimentado.

Y eso que tanto mi vida profesional como la actualidad dan para escribir mucho y bien.


Tal y como le confesaba a un buen amigo y mejor persona, la escritura, el blog, es un espacio que he creado para mi mismo, que comparto con los demás, pero que me sirve, básicamente, para volcar todo aquello que pienso y siento cuando me entra la necesidad de hacerlo.

Pero ese “sacarlo fuera” no es de cualquier manera. Es, desde la palabra, con la palabra y para la palabra. Expresando sentimientos, emociones, realidades, e ideas que quizás, en otras circunstancias, nunca hubiera contado.

Por esa misma razón, por la idea de servir de “válvula de escape”, todavía tiene menos sentido para mí esta sequía, este páramo literario que ha hecho de mi vida un algo intrascendente para los demás y una especie de jaula o espacio cerrado para mi mentalidad.

Es curioso observar, desde dentro, como el bloqueo lleva a un cerramiento aún mayor. Es como si la realidad estuviese ahí fuera, pero no quisiera alcanzarla.

Es como si mi mente no quisiera escribir palabras con renglones torcidos, sin saber qué decir ni por qué comunicar.

Qué sorpresa viéndome ahora mismo, escribiendo algo, quizás sin sentido para ti que me lees.

Cuántas cosas creo que tengo que decir y que pocas palabras.

No sé si es bueno el dicho de: “sino sabes de que hablar, mejor no decir nada”. Y la nada es lo que nos queda cuando nada comunicamos.

Existimos porque existen los demás. Existimos porque comunicamos y nos comunican. Somos conscientes de nuestra existencia gracias al otro. Y a veces, no decir nada, no es una opción.

Por eso, y cierro un primer renglón, hoy escribo estas líneas torcidas. Con palabras que lo dicen todo, aunque a veces, para ti o para mí, no digan nada.

Es la eterna paradoja. Esa en la que estamos todos y todas.

Sigo aprendiendo, ¿me acompañas?

Jesús.

 

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